Primer capítulo de la nueva novela "1441" (Ed.Textos Intrusos) de María Maratea, ya disponible

 Capítulo I

Sábado 10 de febrero de 2018 

Dejé las marcas ahí como memoria, como recuerdo de esa noche que iba a arder en mi cabeza. 

y en mis piernas y en mis pezones mordidos en mis tetas apretadas en el pelo tironeado empujando hasta la arcada sin culpa sin miedo decirle todo eso cómo me animé nunca dije todo eso así tan entregada dada vuelta haceme lo que quieras soy toda tuya te amo y me manosea me dice cosas y me clava y me llena de placer cuatro cinco seis no puedo parar uno más uno más hasta que paro paramos fumamos mirarnos charlar y otra vez no se cansa no me canso y sus besos y vuelve y otra vez tocate para mí y mis dedos frotan y frotan su boca succiona lame besa lame muerde chupa y mete los dedos aia dos tres y otra vez sublime estallo de placer tomá otro es tuyo sudamos me abraza lo abrazo me refriega la mano con el jugo viscoso por la cara y le paso la lengua loco me volvés loco te amo me dijo te amo con los dedos en mi boca 

El sol pegaba fuerte contra las ventanas del décimo piso. Alva dormía a mi lado. Me levanté. Desnuda como estaba fui hasta la cocina, puse café en la cafetera y la dejé al fuego. En el baño, me mojé la cara. Me miré en el espejo. El rubio de mis mechas palidecía, estaban necesitando a Darío, el único con derecho a pintarlas. Me vi las ojeras, los labios hinchados. Huellas de semen pegadas en el cuerpo. Las dejé ahí. No me duché. 

Tenía que ordenar el departamento. El canasto desbordaba de ropa sucia. Mis días estaban abocados a la corrección del borrador de mi próximo libro que mi editor esperaba ansioso. 

Volví al dormitorio. Vi el cuerpo desnudo todavía dormido de Alva, marcado por las líneas del sol que atravesaba la persiana rayando todo el cuarto. Flaco, lampiño, de costado, con una pierna flexionada, un brazo extendido sobre el cuerpo, una mano debajo de la cara enmarcada en su pelo oscuro. La respiración serena. 

Me puse una camisa y llevé la ropa usada al lavadero. Esa noche viajaba y quería dejarle todo limpio. 

En la cocina, la cafetera empezaba a borbotar. Apagué la hornalla. Comí un pedazo de torta que había sobrado de la noche anterior y me serví una taza de café bien fuerte. Miré por la ventana el cielo de esa mañana de febrero, tan impetuosa, que no pude más que pensar en él y en ese “te amo” fugado de sus labios por primera vez. 

Alva, el único hombre que logró descontrolarme. Justo a mí, que tenía que controlarlo todo. 

Ya en el lavadero, agarré su pantalón y antes de meterlo en el lavarropas revisé los bolsillos. En uno, encontré una servilleta de la confitería Las Violetas. Tenía un número escrito en birome azul. Parecía un teléfono. La letra era de él. 

Una explosión helada estalló en mi pecho. Efervescente. 

es un número de teléfono ¿de quién es? no puso el nombre ¿será de una mina? la tiro pero si es de otra ya la habrá agendado ¿y si es de un tipo? ¿de un amigo? ¿y si es por trabajo? ¿si es importante? es de una mina de una mina que se levantó y fueron a tomar algo ¿desde cuándo la tiene en el bolsillo? ¿cuándo usó este pantalón? ¿ayer? 

Escuché cerrarse la puerta del baño. Como la mano de un mago creando fugaz una ilusión, desaparecí el papel en el bolsillo de la camisa. 

Olí el pantalón. 

Algún perfume. 

Nada. 

Sólo mi duda. Y el 06191441 en mi cabeza.

 

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